lunes, 7 de julio de 2008

Máquina de la memoria.

Llueve todo el recuerdo de tus besos.
Se inunda de tiempo la noche
entre mis dedos
que inútilmente buscan los tuyos.
Siento el pecho hundido y vacío como un cuenco.
La ausencia de tu piel
es la distancia pérfida hasta tus ojos.
La vigilia constante
de los rumores del viento
mientras los árboles en el horizonte negro
dicen tu nombre
en un lento y triste murmullo
que se apaga
cuando cierro los ojos
y late la trabajosa
máquina de la memoria.

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