jueves, 23 de agosto de 2007

Mirarse

Vino y silencio.
Mirarse a media luz
en un espejo
del recuerdo.

martes, 21 de agosto de 2007

Más fácil

¿Y si por un momento
fuera más fácil
que sólo cerrar los ojos?
Caminar
y respirar la ceniza de la tristeza.
Retar a duelo a un ajedrecista,
fabricar un puente colgante de viento,
ser capaz de resumir un beso.
No atender el teléfono,
evitando el próximo cigarrillo.

Miro la sombra de mi mano en la pared.
Hace sonar sus redoblantes
el pelotón de fusilamiento del tiempo.

Recuerdo y olvido

Yo recuerdo mirar
con ojos partidos
la inmensa noche.
El perfume del silencio,
la vereda llena de hojas,
la canción que cantaba alguien,
el hastío de un reloj que da vueltas.
La página de un libro
que leíste cien veces
para que se te hundiera el cuerpo
en un arrabal imaginario:
el sueño de creer que eras alguien.
Saber que me he olvidado
bocas, nombres, maletines,
perfumes, teléfonos, direcciones.
Sentido común, mis miedos,
que regalé en una plaza
al primer viento que vino.

Para aprender a remendar

A pesar de todo,
seguir en movimiento.
Montar un buzón bancario
y resignarse al paro de las heladeras.
Para aprender a remendar
la cornisa de un pantalón
hace falta un teléfono a pedal
y que el silencio sea de vidrio esta noche
y la luna una alhaja de fantasía.

Todos duermen

La puerta se quedó abierta
cuando alguien no lo esperaba.
Se hizo vieja aquella noche
la mirada de una estatua.
Va caminando Esmeralda;
todos duermen, ella llora
su gran pena de domingo.
Los árboles le sonríen
con una sonrisa falsa.

viernes, 17 de agosto de 2007

Miseria rosarina

Entretejiendo adoquines
en un collar absurdo y triste.
A la orilla de mi propia ausencia.
Tan profundo
como el río, miserable
como una piedra.
¿Acaso alguien me recuerde?
Mi propia muerte
será esta noche hueca
y me hundiré despacio en su boca de caverna
hasta encontrarme el alba
y la misma miseria.

Rosario, 18 de Enero de 2006.

jueves, 16 de agosto de 2007

Samantha

Las cosas tendrían que ponerse definitivamente en orden. No hay duda de eso. Me miro al espejo del baño y me veo distinta. No sé quién soy. Si sólo pudiera recordar. Pero recordar de verdad. No la falsa memoria de los detalles. Recordar lo otro, lo verdadero, lo que indudablemente perdimos.
Cierto día, los ojos se me volvieron de mármol. Quise llorar, quiero llorar ahora mismo.
Pero se me atragantan las lágrimas. Y esta sensación de ahogo que siento es el llanto que no sale.
Hubiera seguido creyendo lo que creía a los dieciséis años.
Que todo iba a seguir su rumbo, y que sería claro. Con cena a las nueve, y domingos agrios de ravioles.
Cuando era chica me gustaban los gatos. Pero no tener un gato. Los gatos de la calle, suburbanos y ariscos. Insufribles y tan solos como yo.
Las noches eran largas, interminables, el día era una ráfaga. Y esperar al otro día me ponía siempre ansiosa.
Pero lo que recuerdo es estar triste.
Y también recuerdo mirar por un espejo desvestirse a Florencia.
O cuando de alguna manera se las había ingeniado para sacar la puerta del ropero.
Ahora miro mi mano. Las uñas de rojo despintado. Cuento las tablas del techo y las colillas en el cenicero.
Pienso en Florencia. Últimamente evito saber qué hace. Adónde va. En fin.
Creo que todavía nos queremos, aunque todo sea un poco distinto y yo esté tan desordenada.
Me acuerdo cuando la conocí y me perdí en esos ojos hondísimos. Después, le vi las manos. Los dedos largos, y el pulgar ligeramente arqueado. Su boca, su boca que después recorrería con mi lengua.
Y no hacía tanto tiempo. Pero las cosas eran distintas y yo necesitaba organizarme. Pasar las cosas en limpio. Tener una perspectiva clara de todo.
A veces puedo pensar muy rápido. Otras, dejo la mente en blanco. Cuando pienso rápido las imágenes pasan como un remolino. Veo los gatos, plaza Francia, donde íbamos los domingos cuando caía la tarde. Veo el rostro de Florencia. Siento el peso de su cuerpo, y su olor.
Nuestro primer beso, en su departamento, el champagne, y la huída en taxi. Yo nunca había estado con otra mujer. Pero ella es diferente.
No podría explicar con claridad lo que me llevó a quererla. A desearla, a llorarla, a ser sometida por su sonrisa. Y yo me dejaba subyugar.
Pero un día, me desperté cansada. Y sentí que tenía que ordenarme de una vez. Que estaba harta de despertar y no saber mi nombre - si es que acaso lo tuve –
Ya no lo recuerdo. Ella me lo quitó.
Y yo necesito pasar las cosas en limpio. Que se organice todo.
Por eso esta noche, mientras Florencia duerme, abrí la llave del gas, cerré todo el departamento y estoy en un bar, escribiéndole una carta que nunca leerá.

Cadáver exquisito 3

Seguí padeciendo la vida sin tus actos dulces y diferentes ojos ciegos que se cansaron de mirar la luna a la medianoche estafada con humo en la cocina.
Con heridas del alma que hay que disimular aunque carcome por dentro de una manera de no creer en la farsa de un día absurdo y los mismos fantasmas que aparecen en mi cabeza de lata cuajada de rocío cándido y amor que arrastro hasta tu enferma cabeza dividida por diferentes realidades, pasan soles de diamante inútil que se rompió en mis manos.

Tamara, Valeria y el boludo que escribe este blog.

Cadáver exquisito 2

Cada noche sigue el mismo desencuentro. Labios que se buscan sin mirarse a los pupilos fogosos. El silenco trae el ruido cristalino, roto, de tratar de ver en un espejo lo que uno desea; cualquier otra cosa. Sin embargo la noche se nos viene encima mío y no de otros - oculto mucho mis sentimientos - si digo sentí, miento. Al decir que todavía aguanto el dolor de cada segundo que sufro las grietas de la noche y la desgracia.

Tamara, Valeria y el boludo que escribe este blog.

martes, 7 de agosto de 2007

Sangre en la tarde

siento el peso inefable de tu silencio
esta tarde sin sombras
donde se refugia mi cuerpo
ausencia de un abrazo
invitarme a decir tu nombre
por cualquier vereda
y ya no oír la queja
de un crepúsculo que sangra.

viernes, 3 de agosto de 2007

Cerré los ojos

es que la siento
la siento
y siento frío
y toda la lluvia se me cae a pedazos por las manos
porque las manos no llegan
porque todo es lejos
y sin embargo
tanto
hasta decir que no alcanza
solamente mirarse
y tengo que caminar
caminar sin encontrarla

para que se me escape esa sonrisa
que ya no es de nadie
ni tuya
ni del tiempo
y cada palabra
cada noche
es una terrible sensación de derrumbarse
pero ya está
ya cerré los ojos
y no te vi
ni me miraste.