Para decirte todo lo que tengo que decirte
tendría que tener una carretilla de palabras.
Pero no,
las palabras no están ahí.
Pueden estar
en mi bolsillo,
en una zaguán
o en mitad de un beso,
o de una vereda.
Para mirarte con estos ojos
de perro enfermo o de linyera
tendría que esconderme en una esquina
y verte pasar bien a lo lejos.
Desayunarme con mi sombra
para poder invitarte
a remontar
el barrilete de un sueño.
jueves, 6 de marzo de 2008
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